viernes, 7 de septiembre de 2012

La corrida

Cierta tarde lenta de mate y porro a orillas del Ubajay me contaban:

Uno de mis amigos, Alexis, el flaco de rulos que estaba en casa el otro día, vive con su padre y la pareja nueva de éste. No la soporta a la vieja, bah, el padre parece que tampoco. Pero la vieja cobra una jubilación bastante grossa.


Una noche estábamos fumanchando y tomando birra, Alexis, el Pony y yo y el Ale empieza a destilar ponzoña contra la vieja, como siempre. No le afloja un mango, lo quiere hacer levantar temprano, que estudie. Y si no que trabaje. 'Limpiá tu cuarto' y cosas así.




Con el Pony lo gastamos como siempre y lo animamos a que le pegue, pero el loco no compra: no es tan loco. El viejo y él viven dulce, la vieja les da casa, auto y los alimenta. Bueno, el viejo algo changuea pero ni comparación con lo que aporta la mina.




Esa noche el loco nos cuenta que la vieja no sabe usar los cajeros automáticos y saca toda la guita de una el día de cobro. Va a la sucursal del banco de Aristóbulo y Galicia como a las 10 de la matina, sin falta.




Ahí debe haber sido que me brillaron los ojitos. - Perá, perá, le dije. ¿Siempre ahí, siempre a la misma hora? El Pony me miraba con cara de boludo, no sé si porque se avivó lo que yo estaba pensando o por el porro o si era la misma cara de pelotudo de siempre. Pero creo que no, y eso me animó.



- Sí, me respondió el Ale. Es un relojito. A lo sumo se puede atrasar o adelantar 15 minutos.



- ¿Y la jubileta es grossa, no?



El flaco meditó un rato, como balanceando. Suspiró. Y sí, dijo al final. ¿Qué pensás, Dany?, me dice. El Pony sigue mirando fijo y me doy cuenta de que lo raro no es la cara de opa, sino el mirar fijo. Él siempre tiene cara de gil y anda mirando para cualquier lado, nunca te mira a la cara, siempre sonriendo con cara de boludo feliz. Un ojo mira para un lado y el otro para el otro. El ojo más perdido es un mucho más claro que el otro, casi verde. No es normal.




¿Cuándo cobra?, pregunto. El flaco no sabe. Creo que junto con tu viejo, me dice. ¿Te acordás de esa vez que lo acompañamos, hace un par de meses?, la forra de mierda cobraba también ése día.



Me voy a la pieza, mi viejo está verde como siempre, rodeado de botellas vacías. Respira mal, es gordo, fuma y vive borracho, mal.

¡Eh!, ¡eh!, le grito varias veces y le sacudo el hombro.


-¡Dejáhinchà, pendejoooooooo!, me grita, como siempre que lo despierto de la mona.



¿Cuando cobrás, Pa?, decime y te traigo un par de porrones.



Se sienta en la cama y se frota la cara. Prende el velador. ¿Qué es hoy?. Domingo, le digo. 



¿Mañana o tarde? Noche. Ni se da cuenta de que está todo oscuro afuera, pobre viejo.



Me dice con su voz carrasposa: -¿Me vas a cagar el sueldo? -No viejo, nunca te cagué.



- (¿Tan crápula soy?), pienso.



-'Bueno, si me cagaste no me acuerdo', me concede. 'El viernes cobro', me dice. Ni me imagino como hace para saber, pero es lo único que sabe en la vida: El día de cobro.



-Lesssssto, le digo. Y lo mando al Pony a que compre varias birras más. Mi viejo será un borracho pero jamás lo cagué, ni lo voy a cagar. De no ser por él mi vieja me hubiera tirado en alguna zanja. De entre sus curdas, el viejo se las arreglaba para darme de comer y cambiarme los pañales. Hizo lo que pudo con la escuela, pero bué, fue más difícil para él. Igual, terminé la primaria, me contaría después a mí.


Una vez que nos reunimos los tres vagos de nuevo les digo: El viernes nos vamos a Aristóbulo a eso de las nueve. Yo sé que va a ser duro que se levanten tan temprano, pero, bueno. Estamos casi sin un mango.


El jueves a la tarde pasé por la casa de un pibe que es bien gamba y me dió un par de bicis de las hermanas. A cambio le dejé la de mi novia. 




Viernes a la mañana, Aristóbulo al 7100.




Ale vino para marcar a la vieja. El Pony le va a manotiar el bolso y rajar en una de las bicis. Y yo lo voy a seguir en la otra bici y a darle cobertura en el escape.




- Ahí está, nos dice el flaco. La vieja pituca, de tapado y pintarrajeada como una puerta, entra al banco.




Al poco rato sale y nosotros, el Pony y yo, estamos a unos metros al sur de la puerta del banco. Ale mira desde lejos. La vieja agarra para el norte. Lo codeo al Pony. Me mira aterrado. Lo codeo de nuevo y le amago un cabezazo. Él niega con la cabeza. No, me dice. Está temblando el gil. Después de todo es sólo un borracho bobo y un vago. 



Entonces me la juego yo. Arranco por la vereda a todo pedo y le zafo la cartera a la tipa, empieza a gritar con voz muy finita. Ni me acuerdo qué gritaba, sólo sé que te rompía los huevos.



Voy hasta Galicia rápido, por la vereda. Doblo a la derecha y bajo a la calle. Un vigilador civil me ve y la ve a la vieja gritando. Empieza a los gritos, también y tengo la puta suerte de que justo venga un patrullero por Galicia en dirección contraria. Le doy como loco a los pedales, si llego a General Paz, ahí nomás está la vía y si le meto por ahí, me salvo. Loscanas del patrullero pierden un par de minutos por el tráfico y escuchando la descripciòn del vigilador. Cuando el coche puede dar la vuelta en el semáforo de Galicia y Aristóbulo, yo ya doblé contramano hacia el sur por Necochea y le llevo varias cuadras, pero ... la puta, se me sale la cadena de la bici. La pongo de nuevo y se vuelve a salir a las dos cuadras.




Tiro la bici de mierda y me voy corriendo para el este, hasta la vía. Llego con poco margen y dos miliquitos se bajan del auto y me siguen. Yo corro rápido y tengo chances. Uno es gordo y larga el bofe enseguida. el otro no. Es pibito, es flaquito, ¡es más rápido que yo!




Entonces me meto por las casas. Voy saltando tapiales y un perro de mierda me muerde la pantorrilla. Entro y salgo por el laberinto de patios sin ver a nadie humano, sólo perros. Se ve que medio me perdí porque en uno de esos patios me cruzo con el canita. Es nuevito, menudito y morocho, parece que no tuviera más que un par de días en la fuerza y me mira con un cagazo importante. Ni siquiera amaga a sacar el arma. Le entro como mejicano al picante. Le pego un montón, en la cabeza y el cuerpo. Ni se queja. Sólo se queda llorando bajito y casi temo que empiece a llamar a la mamá. Lo dejo en paz. Sigo saltando tapiales y me doy cuenta de que estoy perdido. Estoy en el barrio La Lona, cerca de mi casa, pero me perdì. 




Salgo a la calle justo a menos de 50 metros de otro patrullero, agotado por la corrida y la paliza. ¡Mi puta suerte! Me agarran entre varios milicos y me meten al coche. Me llevan a la 11, me sacan la guita, el cinto, el reloj y las llantas y me empiezan a dar entre varios. Piña tras piña, sin decirme más que insultos. Pido al médico policial y se me cagan de risa, como siempre.




Me mandan a una celda en solitario y me duermo sobre un catre meado. Calculo que debe ser viernes a la noche, perdí la noción del tiempo en la cagada a palos que me dieron. Capaz que me desmayé un par de veces.




El lunes a la mañana siento ruido de llaves. Pienso: Me van a llevar a tribunales, qué rápido. Raro.




El que me busca en la celda es el subcomisario. Más raro. Me da un par de cachetazos más y luego me dice: - Salís libre, pelotudo. Pero si llegás a contar algo de esto, nadie más te vuelve a ver.



Me lleva a la calle y se queda mirando mientras me voy, descalzo, despacito.



- No entendía lo que mierda había pasado. Yo, con varios antecedentes, esta vez seguro que no la zafaba. Hasta causa federal tenía y si me llevaban a Tribunales iba a salir a flote toda la mierda.



- Dejé pasar unos días y lo hice llamar al Ale a la casa de mi primo. Vino. No podìa creer que estuviera libre. A la vieja la llamaron el lunes al mediodìa a la seccional y le pusieron para que reconozca a un pibe de 12 años. Nada que ver, obvio que no era yo, que tengo 27 (y parecés de 30, pienso, pero no le digo). 


- La guita nunca apareciò, ¿entendés?, me dice: - Los canas de la tercera le garcaron la guita a la vieja.


 




Esteban Cámara
Santa Fe, 06 de agosto de 2012

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