viernes, 5 de octubre de 2012

¡Cúrese usted mismo!

Ayer a la mañana, yendo en la moto para el trabajo, tuve la desdicha de toparpe con una jauría de perros agresivos, perros "antimoto". No sé si se fijaron pero hay perros que les ladran a los autos y otros que torean a las motos, incluso con mayor nivel de especialización: Hay algunos que se las agarran exclusivamente con los autos viejos, o con los taxis y remisses, o con las motos más chicas.


No se puede creer la cantidad de perros malos que andan a su antojo por la ciudad, atacando a peatones, ciclistas, motociclistas y autos. Hay un evidente descontrol del municipio. Y eso que hay desgracias frecuentes, precisamente alguien de la dirección de autoseguro de riesgos del trabajo me comentó que es cosa de casi todos los días que algún empleado público sea mordido por perros yendo o volviendo del trabajo. Don Intendente, demás de las pintaditas y demás obras y eventos de imagen que tanto lo desvelan, ¿lo jode mucho ocuparse de estas nimiedades?, ¿o nos va a dejar a merced de las patotas de perros?, ¿tendrá que morir alguien más para que se ocupen de hacer cumplir las ordenanzas que mandan que los perros salgan a la calle con correa y bozal y que eviten la  perros callejeros agresivos?



Bueno, la cuestión es que en Primero de Mayo casi Pedro de Vega se me vinieron encima 7 u 8 perros callejeros, justo cuando aminoraba la marcha porque tenía que doblar. Siempre mi preocupación en esa circunstancia es no atropellar a ningún perro, no sólo por cuestiones altruistas sino por razones de orden práctico: Ahí te caés seguro. Y con el odio que traían esos perros se me iban a venir a morder si me llegaban a tener en el piso. Al pasar por entre los perros, concentrado en esquivar, siento una fuertísima mordida en el tobillo izquierdo. Trato de no parar, paso una vía y una cuadra o cuadra y media más allá, ahí recién freno para ver los daños. Lo primero que veo es la gruesa (por suerte) media que llevaba, rota y unas marcas en la piel, Pensé en un principio que iba a ser peor, que iba a ver abundante sangre o tejidos desgarrados. Pero sin embargo, el dolor era muy fuerte. Vuelvo a arrancar y mientras voy hacia el sur voy evaluando si me voy para el Hospital Cullen (el de urgencias en Santa Fe) o para el antirrábico o zoonosis municipal o bien, si hago como si nada y me voy a la oficina como cualquier día. Del lado de atender la salud está el fuerte, muy fuerte, dolor que siento. No obstante, paro y vuelvo a mirar: Se empiezan a notar claramente dos huecos en la piel, como huella de los colmillos, pero sigue sin sangrar. Decido llegar hasta la oficina, seguramente debe haber alcohol que quedó de la neurosis de la gripe A del 2009 (más una ex compañera de oficina obsesiva de la limpieza).



Llego a la oficina, encuentro el alcohol y allí, mientras les cuento a mis compañeros de trabajo, reviso nuevamente y veo que hay por lo menos tres huellas de dientes, pero siempre sin sangrar. Entonces decido ir al Cullen, donde trabajé once años para que me vean en la guardia y, suponía, luego de hacer alguna curación con antiséptico, me derivaran al antirrábico.



Me voy al Hospital pero no directamente a la guardia, busco primero a un ex compañero del laboratorio central, Tati, para que me ubique a alguien, por las dudas no encuentre nadie que conozca de mi época hospitalaria, más de 18 años atrás. 



Por suerte el Tati encuentra a una enfermera y le hace acordar de mí. Pasamos a uno de los consultorios y me atiende una Dra. joven que me dice que no es nada, que no lesionó (¿?), a pesar de que se ve la capa vascular por debajo de la piel lastimada. Eso, que yo sepa, es una posible puerta de entrada para el virus de la rabia. U otros microorganismos. Le pido, al menos, que me den una gasa con un antiséptico. A mi pedido responden favorablemente, me dan un par de gasitas y las embeben en yodo povidona para que yo mismo me las pase por las heridas. Mientras tanto me siguen repitiendo que no es nada, que no me preocupe. Me paso bien el antiséptico, a pesar del dolor. Ahora se empiezan a notar dos huecos adelante del tobillo y dos atrás, formando una pinza doble. ¡Cúrese usted mismo!



Paso de nuevo por el laboratorio para saludar a los ex compañeros y conocer los nuevos aparatos y espacios: Es el doble o más del que yo conocía, en metros cuadrados y personal por no hablar de la aparatología automatizada, que prácticamente no existía en mi época.



De allí decido ir igual hasta el antirrábico, que está en la misma manzana del Hospital, pero con entrada exactamente en la parte opuesta. Allí me ve un Doctor (no sé si humano o veterinario...) y apenas ve las heridas me indica el tratamiento. Se sorprende de que ni siquiera me hayan hecho poner una antitetánica, ni tratamiento antibiótico. Me congratulo de, al menos, haberles pedido gasa y antiséptico. Llena una ficha y me manda a retirar las dosis de la vacuna antirrábica a unas 30 cuadras, menos mal que tengo mi propio transporte. Previo paso por vacunación del hospital para que me pongan la antitetánica, en donde encuentro dos ex enfermeras de la sala en donde estaba mi laboratorio y me cuentan de que la sala ya no existe más, me voy para el ex hospital de niños a buscar las cuatro dosis de antirrábica. También trabajé alli (no es raro), y en dos ocasiones la última de las cuales fue hasta el año pasado. Me dan los materiales y que me haga poner yo las vacunas en algún dispensario o con enfermería privada. Para la aplicación de la primera dosis voy al dispensario que hay allí mismo. Listo, cumplí con mi "deber" ciudadano: "CÚRESE A USTED MISMO" (¿?).




Esteban Cámara

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