jueves, 1 de noviembre de 2012

1973 y después

El once de marzo de mil novecientos setenta y tres mi pueblo recuperaba la democracia luego del cuarto golpe militar del siglo. Ese día votaron casi 12 millones de argentinos, de los cuales el 49.5% optaron por la fórmula Cámpora - Solano Lima, justicialista.


Yo no era peronista por aquel entonces, más bien era un zurdito bastante gorila, criado en una casa en donde "Perón" y "Evita" eran malas palabras, salvo para la segunda persona del presente del verbo evitar...

Sin embargo mi camino por la izquierda nacional latinoamerica ya había comenzado. Lo primero que recuerdo es que discutía con mamá, yo con  flamantes 12 años, respecto de los sueldos de los trabajadores. Yo le porfiaba en que sería más justo que todos ganen lo mismo. Estaba cansado de esa vida de carencias. Mi vieja se rompía el lomo doble turno como directiva de escuela y le pagaban un sueldo de maestra rasa de jornada simple. Los curas y el gobierno la explotaban a más no poder. Ella era una directora excepcional, "firme pero justa" diría las modernas técnicas de gestión. Había sido 8 años maestra rural, haciendo patria con los más humildes en la cuña boscosa santafesina, era una gran lectora y estaba excepcionalmente formada en su profesión y tenía una cultura general muy amplia. 

Volviendo a aquella discusión, que creo fue mi inicio como sujeto político, mamá argumentaba con un criterio un poco conservador y elitista que la formación de un médico era muy superior que la de un basurero y que por eso debía ganar mucho más. No habló en aquel momento de esfuerzo, de trabajo insalubre e incómodo. Mamá venía de una familia acomodada de empresario santafesino de Barrio Candioti y más allá de aquel presente de estrechez y de no tener para la cena, de no alcanzarle el sueldo entero, muchos veces, para pagar la libreta del almacenero, seguía teniendo ciertos prejuicios de clase, cierta dureza en cómo veía a la gente de piel más oscura, aunque no se le notaba en nada en el trato con la gente. Era muy educada y respetuosa, tal vez sólo nosotros, sus hijos nos dábamos cuenta de ciertas expresiones peyorativas cuando hablaba con su hermana acerca de los más humildes de nuestra sociedad.

Me acuerdo todavía de aquel húmedo y caluroso domingo 11 de marzo de llovizna intermitente: la alegría, los festejos, los cantos y los bombos. Yo no estaba muy feliz, recuerden que no era peronista, pero algo llevaba a mi corazón a latir con más frecuencia y una semi-sonrisa afloraba perenne en mi cara. Recuerdo también la alegría loca del 25 de mayo de ese año cuando liberaron a los detenidos por razones políticas. A mediados de ese año quise empezar a militar en la agrupación estudiantil secundaria en la que lo hacía mi hermano Guillermo, ASENA (Agrupación Secundaria Nacional), que respondía al FIP. El frente de izquierda popular era una agrupación de la izquierda latinoamericanista, la "Patria Grande" abría sus lemas y su cabeza era Jorge Abelardo Ramos, historiador. Pero mi hermano, fiel a su compleja psiquis con tendencia al sadismo, a reprimir, a tratar de presentarse como superior, no me dejó. El decía que la militancia era para los estudiantes de tercero en adelante, no para los de primero como yo, que encima iba un año adelantado ya que a mi edad debería estar en el último grado de la primaria. Entonces yo le contestaba, ya era duro en ese entonces, que deberían rebautizar su agrupación como ATERCUAQUIANA (Agrupación de Tercero, Cuarto y Quinto año Nacional), porque no representaban a todo el secundario.

De la bronca me fui a un par de reuniones de la UES (Unión Estudiantes Secundarios), que respondía al peronismo de izquierda (¡la tendencia). Y eso que no me caía nada bien. Allí pueden ver cierta característica mía, esas reacciones radicales, esas estocadas a fondo sin medir riesgos. Viendo eso, Guillermo dió marcha atrás y empecé a militar en ASENA. 

Leía mucho desde siempre, sobre el Che, la revista Crisis, Hombres del tercer mundo, una publicación, a Jorge A. Ramos, historiadores revisionistas, etc. Hacíamos carteles, hablábamos en las asambleas de la escuela, íbamos a las elecciones para el centro de estudiantes, siempre perdiendo frente a la UES, lógico. Pero lo hacíamos dignamente, debatiendo, tratando de convencer "hormiguita a hormiguita", sin descalificar al otro, sin odio. No sé cuántos votos habremos sacado, supongo que alrededor de un 25 %, pero eramos la segunda (y única) minoría. Teníamos entidad. De nuestros adversarios de la UES debo decir que eran un poco altaneros y nos subestimaban un poco, muy al estilo de aquella época en donde en las universidades y escuelas sólo existía el peronismo de la tendencia: FAP, FAR, Montoneros, JP, JUP, UES, ganaban casi todas las elecciones y se llevaban por delante el mundo. Bueno, sólo era así con la juventud, en la vida estudiantil, lamentablemente.

Volviendo al plano nacional, Cámpora renunció a los 49 días, minado por el desgaste, la violencia y las traiciones de la derecha peronista de López Rega, la triple AA, la CNU, la JPRA y la Juventud Sindical Peronista. Cuando fue la elección de septiembre y se discutía el candidato a vice, porque el Presidente iba a ser Perón, nadie osaba plantear algo diferente la tendencia proponía a alguien del palo, pero la derecha (que a esa altura manejaba al enfermo líder casi como una marioneta) impuso a su esposa, Isabel, una incapaz a quien podrían instrumentar sin la menor oposición. Entonces Ramos, nuestro dirigente, aliado con el peronismo oficial, proponía "Aunque sea Perón-Drácula", favoreciendo la postulación de Isabel, resistida por muchos sectores, no sólo la izquierda. Esto fue así, muerto Perón, Isabel y su manager López Rega, resultaron ser Drácula.  Grave, sangriento, llamativo error. 

López Rega, el brujo, el ex cabo de policía, el secretario personal de Perón, más adelante lo convenció de dejar de tomar los medicamentos para el corazón que le había recetado su buen cardiólogo. El viejo líder fallece en julio de 1974 y le deja el campo libre a este enano mental, este fascista a quien nadie había votado.

Lo último que hice como militante del FIP fue viajar a Misiones a la campaña electoral de principios de 1975. Allí ya se había producido la fractura entre la tendencia y el resto del peronismo.

Me desilusioné definitivamente del FIP cuando apoyó a Isabel Perón y López Rega en 1975. Me alejé al par que el partido cerraba sus filas sin importarle las aberraciones de la triple A. Los nubarrones eran fácilmente perceptibles, plomizos. La ceguera foquista de las organizaciones armadas (Montoneros y ERP) ya era perceptible y criticable por mi parte. Yo veía las reuniones, conocía a los militantes y eran casi todos universitarios. Yo no quise sumarme, iban a una derrota. "¿Cómo pretenden hacer una revolución, ganarle la guerra a la derecha con sus enormes recursos económicos y su fuerza de choque profesionalizada (las fuerzas armadas y de seguridad del país), sólo con estudiantes?", decía yo. Refutaba el foquismo a los 14 años. Mi formación no había sido en vano.

Ya a mis 16 años los milicos secuestraban a mi hermana y tuve que aplicar tácticas evasivas para librarme de los "services" que me seguían esporádicamente, deseosos de encontrarme en algún contacto, alguna reunión de militancia, alguna cita con gente perseguida. Jugaba a la escondida con mis amigos ... y también con los peligrosos tipos de pelo cortito que a veces sentía a mis espaldas, aunque ellos no lo supieran.

Aquí llegamos, disculpen el largo circunloquio, al tema que quería abordar: EL VOTO A LOS 16 AÑOS.

¿Cómo no voy a apoyar el voto a esa edad, si yo a los 14 refutaba el foquismo y a los 16 huía de asesinos?

Yo a los 14 estaba mucho más capacitado en política que muchos pelotudos de entre 25 y 50 años de hoy en día, generación perdida por el individualismo, el consumismo, desvelados por defender nada más que su propio culito, el sueño dorado de la dictadura y el neoliberalismo. Obvio, no todos se han perdido para lo social, apenas el 96-98%...

Ayer, el parlamento de mi país aprobó el voto optativo a partir de los 16 años. Eso es genial: Más militantes, más compromiso, más información independiente. En el 2001 decíamos "que se vayan todos", aunque canse no voy a dejar de decir que era un error. El asunto era que entremos todos, les dejamos el campo libre a los truchos desde 1980, más o menos y así nos fue. Bienvenida la mayor inclusión, mayores derechos. Yo quiero que todo el pueblo participe, vote, milite, marche por sus causas, opine y decida. Quiero más participación, que es lo mismo que decir: ¡MÁS DEMOCRACIA!






Entonces:

¡BIENVENIDO EL VOTO A LOS 16 AÑOS, ARGENTINOS! ¡FESTEJEMOS!



Esteban Cámara

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