martes, 20 de agosto de 2013

Historias de militancia

En 1973 mi hermano, el del medio, empezó a llevar a casa literatura de izquierda, recuerdo particularmente una enciclopedia "Hombres del tercer mundo" que hablaba de Lumumba, de Sandino y del Che. Mi madre y yo empezamos a leer esos materiales. Poco después mi hermano empezó a militar en el Frente de Izquierda Popular (FIP, nacionalista-latinoamericanista de izquierda), en la agrupación estudiantil secundaria ASeNa (Agrupación Secundaria Nacional). Yo quise militar allí pero mi hermano me lo impidió diciendo que yo era muy chico, que apenas estaba en primer año, que ni los de segundo y que bli que bla. Era típico de una personalidad sádica y conflictuada como la de él. Yo le decía que entonces la agrupación debería llamarse ATerCuaQuiANa (agrupación de terceros, cuartos y quintos años, nacional). Él tenía 16 años y yo 12. 

Entonces intenté hacerlo en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios, vinculada a la tendencia revolucionaria del peronismo), pero venía de una tradición familiar gorila y estaba bastante contaminado todavía. Recuerdo un par de asambleas en el salòn de actos de la escuela industrial superior de Santa Fe. A pesar de mi gorilismo residual y de sus aparateadas necias, yo veía con cierta simpatía a los de la tendencia. Finalmente, mi hermano 'accedió' a que yo militara en ASENA, tal vez viendo que igualmente iba a desempeñarme políticamente y encima me iba a tener en la otra vereda.

En la escuela de guadalupe (luego llamada 'la toldería') perdimos abrumadoramente todas las elecciones (1973, 74 y 75) frente a la UES, sacábamos un 25-35 % de los votos. Parece poco pero, créanme, no lo es: La marea estudiantil vinculada a Montoneros era muy fuerte y era casi imposible resistirse a su influjo. En las elecciones generales nuestro partido sacaba cerca de un 1% de los votos, por lo que lo nuestro era más que digno. Igualmente, nosotros teníamos de nuestro lado cierta creatividad, estudio y laboriosidad que resistían dignamente frente a las aparateadas de nuestros rivales.

Recuerdo largas tardes armando carteles, discutiendo sobre si los acentos en las mayúsculas iban o no, pegando letras dibujadas y recortadas por nosotros mismos en cartulinas. Tardes de engrudo, cartón, lienzo y pintura. Incluso en el desfile de carrozas, creo que del '75, logramos imponer nuestro diseño, que trataba de un mapa de latinoamérica con pibes (para esto pusimos a los más rubios de la escuela, disfrazados de Tío Sam) sentados encima de cada país portando carteles que detallaban aquello que los yanquis le robaban a cada uno. En Chile decìa "Les robamos el cobre", y asì con Bolivia, Paraguay, etc. Siempre tuvimos muy presente lo latinoamericano, por eso el discurso bolivariano de Chávez siempre me fue muy compatible.

El Frente de Izquierda Popular, tenía como referente al historiador revisionista Jorge Abelardo Ramos, quien le imprimió al partido una orientación latinoamericanista, mariateguista, bolivariana-sanmartiniana, patriagrandense, popular y nacional. Incluso, antes de las elecciones de septiembre de 1973, había tenido la poco feliz ocurrencia Ramos de imponer como eslógan: Aunque sea Perón-Drácula. Esto era una forma de decir que cualquiera que sea el candidato a Vicepresidente, cosa que estaba muy discutida entre la tendencia y el peronismo sindical ortodoxo, había que apoyar porque lo importante es que fuera Perón el candidato. Cuando en julio de 1974 muere Perón, ya era evidente que el gobierno había quedado en manos del brujo Lopez Rega, que manejaba como marioneta a la incompetente, ignorante y casi idiota Marìa Estela Martínez, viuda de Perón. 

Aquella orientación ideológica latinoamericanista, de izquierda y popular del FIP, cercana al peronismo, me gustaba pero estaba muy disconforme con el rumbo táctico que había tomado el partido de apoyo al lopezrreguismo. Terminé yéndome del FIP a mediados de 1975. 

Tampoco me convencía el foquismo y la ceguera política de las organizaciones armadas, aún compartiendo objetivos con alguna de ellas. Yo, a mis escasos 14 años refutaba el foquismo, sin haber leído a Debray. Conocía a los compañeros y referentes de la JUP, solían reunirse en casa dado el carácter progresista de la familia. Incluso se refugiaron muchos perseguidos en el pequeño departamento, madres con bebés en brazos, incluso. Yo pensaba: "Éstos son casi todos estudiantes universitarios o chicos de clase media, ¿adónde está el pueblo?, ¿adónde los trabajadores?, ¿adónde la gente de las villas?" Efectivamente, salvo algunos individuos aislados, no estaban. Como clase social no estaban, pero no es que no estaban en la lucha, no: Ni siquiera entendían el relato, ni compartían la visión política, mucho menos los métodos. Hay que entender que el pueblo argentino vivía un gran momento con el regreso de Perón Yo concluía: no se puede hacer una revolución sólo con chicos de universidad.

En mi propia casa o de las reuniones y batallas políticas escolares, yo conocía a los militantes de la JUP y de montoneros, me caían bien, les tenía simpatía. Pero, íntimamente, yo sabía que iban a un baño de sangre.

Mucho más lejanos e incomprensibles me parecían los militantes del PRT-ERP, con su discurso hermético y cerrado, delirante y sus acciones espasmódicas. y excesivamente violentas. Los comunicados que conseguían filtrar a los medios parecían reflejar una realidad de otra galaxia, a años luz de la que percibíamos los de fuera de su agrupación. No eran mis enemigos y secretamente esperaba alguna de sus victorias en la lucha contra el status quo oligárquico, pero parecían padecer de alguna clase de distorsión en la percepción de la realidad. Ellos miraban la imagen multidimensional, cambiante y policroma de la realidad y creían ver un cuadro bidimensional, estático y bicromático que respondía a sus deseos, no a lo material del mundo. A esa particular 'locura ideológica' (he escrito sobre ello en este mismo blog) la reencontré luego en los comunicados de Sendero Luminoso o de Pol Pot. Baste decir que ellos creían ir ganando la guerrilla en la selva tucumana, pocos meses antes del descalabro definitivo y cuando era evidente para todos su fracaso. Hoy, que he llegado a leer y a ver con mis propios ojos los senderos y los relatos de la revolución triunfante, la cubana, puedo apreciar la sensatez y la congruencia con la realidad, que ningún combatiente tiene que perder y que son tan importantes como los sueños.

Del lado de Montoneros aun con mucha mayor cercanía con la visión 'en estado de abierta', parecieron enloquecerse cuando lanzaron la contraofensiva del '78-'79. Recuerdo haber ido a visitar a Ana en la càrcel de Villa Devoto y, siento todavía el horror de ver a mi querida hermana casi como en trance, como recitando alguna ritual fórmula religiosa, que me decía: 'La dictadura es un boxeador groggy'. No, Ana, le decía yo, estás equivocada. Luego, de esa idea de la dictadura groggy, vino la contraofensiva en donde la conducción montonera, cómodamente instalada en México, mandó a matar a varios cientos de valiosos compañeros, como el Tucho Mendizábal. Compañeros que estaban a salvo en el exilio o en la clandestinidad y que tanto nos hubieran servido en los años inmediatos subsiguientes. Los mandaron a volver y a morir en las eficientes redes de la muerte de los asesinos de uniforme y de civil, los entregaron casi como corderos a circuitos vendidos e infiltrados, con tecnologías ya entendidas, decriptadas y anticipadas hasta el hartazgo por el enemigo. La dictadura no era un boxeador groggy, era un Moloch de boca enorme y abdomen incandescente y ansioso por destruir vida joven y revolucionaria. Un enorme monstruo de bronce puede que sin cerebro, pero con aceitados engranajes de tortura, y de detección, secuestro, exterminio y ocultamiento que estaban más que probados y funcionales y empezaban a carecer de carne lista para asar. La contraofensiva le dio a la dictadura una excusa, un aval y un sustento que estaba empezando a necesitar.

Ante este panorama traté de mantenerme alerta y ágil. Sentía que me seguían, que controlaban, como esperando que yo diera un paso equivocado. Tuve compañeros de facultad bastante 'curiosos' de mis ideas y antecedentes, pero no solté prenda, incluso a varios años de reiniciada la democracia. Sobre todo con gente desconocida. Tenía la intuición, hoy sobradamente comprobada, de que en las universidades pululaban los miembros de la 'inteligencia' del régimen. Desde ya pido disculpas si a alguno de buenas intenciones le oculté quien era, pero no me cabe duda de que hice lo correcto, en líneas generales. Recuerdo a un compañero de estudios que se me acercó un par de veces a 'tirarme la lengua' y que en 1982 decía ser hijo de un militar abatido por los subversivos (creo que incluso usaba el impregnado término de 'terroristas') y que, ya en democracia, cambió diametralmente su discurso diciendo que era hijo de un asesinado por la represión. En su vida profesional hospitalaria llegó a hacer muy, pero muy buenas migas con un reconocido informante de los servicios, vaya casualidad.

Un hecho extraño que me hizo asumir mi identidad política fueron las charlas con un pibe del PC a mediados del '82. Al ver mis posturas el vago me dice, con un dejo de desconfianza: 'Vos debés ser medio peronista'. Ahí caí en la cuenta. ¡Tenía razón! O en parte, porque me dí cuenta de que no era 'medio', sino que era peronista del todo. Mis resabios goriloides se habían ido desvaneciendo durante la dictadura. 

A fines de 1982 la universidad empezaba a retomar el calor de la inquietud y voluntad de participación juvenil. Retomamos con mucha cautela las conversaciones políticas e intentamos re-crear con algunos compañeros la JUP de Bioquímica. A nuestras reuniones se sumó inopinadamente un sujeto mayor, egresado o estudiante crónico de humanidades y militante de un sector falsamente progresista que visiblemente trató de manipularnos con la excusa de 'ayudarlos a organizarse'. Confieso que apenas me di cuenta de esto le dinamité la joda al gordo (falleció no hace mucho) y se terminaron las reuniones. 

Paralelamente empecé a militar en IMP (Intransigencia y Movilización Peronista, un sector interno al Partido Justicialista), corriente que reunía a varios sobrevivientes de la tendencia y afines. En un principio el resto del partido nos veía como leprosos, pero luego de la aplastante derrota de octubre de 1983 y, viendo que nuestro diagnóstico había sido correcto y parecíamos tener las cosas en claro, empezamos a tener un auge de militancia y simpatía.

A mediados de 1983 nos mandaron a las unidades básicas para intentar reorganizar la Juventud Peronista. A mí me tocaba la UB del centenario, en manos de un gordo patotero, remanente del sindicalismo de derecha, de apellido Bustos. Otro integrante del pseudo progresismo peronista. Resulta que me puse a hablar con un pibe y le dije que debíamos organizar la juventud y el pibe me dijo que eso ya estaba hecho. Que dependía todo del gordo y me dí cuenta de que no era para nada autónoma. Lo traté de convencer al pibe de que la juventud debía ser independiente, que si no era así no servía. Pocos días después me vino a ver el que me había acompañado a la UB. Los de la básica lo habían ido a visitar y le dijeron que ni pasara por la esquina, que qué nos creíamos nosotros, imberbes, que nos iba a pasar ocmo con López Rega. Que si volvíamos por allí a él lo iban a cagar a puñetes. Y a mí me iban a matar, directamente. Unos días después pasó por mi casa el gordo para cagarme a puñetes, pero se ve que vio demasiada gente y no se animó. Esa fue mi primera amenaza de muerte.

Yo me llevé a IMP a muchos de los remanentes del intento de JUP de Bioquímica y a varios amigos. Éramos cerca de 10 personas en ese subgrupo, ninguno de ellos adhería manifiestamente a Montoneros, aunque tampoco los considerábamos un enemigo. Simplemente éramos otra cosa, tal vez no muy diferente, pero esto es muy difícil de entender para las personas de lógica binaria. A fines de noviembre o principios de diciembre de 1983, con IMP en constante crecimiento, uno de los chicos de la facultad me manifestó su inquietud porque le habían dicho que IMP respondía a Montoneros. Yo le dije lo que yo sabía, que había varios ex-montoneros en el grupo pero que también había independientes o provenientes de otras expresiones de la izquierda peronista. Ese mismo viernes, en un aparte, le pregunté a quien en ese momento teníamos como referente y me contestó que no, que nada que ver. Yo les expresé eso a mi grupo, tranquilizándolos. Al otro día, si mi memoria no me traiciona, cayeron en prisión en Brasil Firmenich y Vaca Narvaja e, inmediatamente, la conducción local de IMP nos llamó a plenario de militantes para el domingo a la mañana.

En esa reunión, el mismo tipo que me dijo el viernes que me quedara tranquilo, que IMP no respondía a Montoneros, nos instó a salir a respaldar a aquellos mismos que mandaron a matar a los compañeros desde la comodidad de México DF. Nos dijo claramente lo que me había negado el viernes. Una bomba nuclear en el medio del salón hubiera sido menos efectiva para destruir una organización que empezaba a crecer y mostrarse capaz de liderar. Un error de ceguera política total y una hipocresía extrema terminaron con mi tercer intento político. Mis compañeros inmediatos perdieron todo respeto por mi palabra. Para colmo al abordar al referente (quien no tardó en mostrar hasta el hartazgo su esencia traicionera) respecto de la contradicción viernes-domingo me dijo: 'Fuiste un boludo al creerme el viernes'. ¡CHAN! No sólo se fueron de la agrupación mis compañeros y allegados, y yo, sino que más de la mitad de los militantes abandonaron ante semejante demostración de idiotez. No, Piojo, el boludo ahí no fui yo. Incontables veces me vinieron a buscar luego, sin resultado. Evidentemente no me conocían.

Por esa época yo empezaba a trabajar en el hospital, como técnico de laboratorio y casi enseguida me empecé a meter con los temas gremiales. Lógicamente fui elegido delegado, sin votos en contra, a fines de 1984. Llegué a estar muy cerca del gremio y a alejarme de los estudios entre 1984 y 1986. A principios del 86 perdimos insólitamente la elección del cuerpo de delegados del hospital (previo empate en 273 votos por lista), con varias traiciones de por medio. 

En mi actividad como delegado le arruiné la jefatura a un tarado que decía que nos iba a joder la vida a todos y, como era el que le salvaba las papas al inútil del jefe, el tipo lo estaba palanqueando para que nos rigoreara a todos y así él, el jefe, pudiera hacer su vida de ñoqui sin problemas. Eso me valió la segunda y tercera amenazas de muerte, con exhibición de armas, incluso. Resultó que el tarado también había sido (o de eso alardeaba, vaya a saber) matón del sindicalismo de derecha. Skalican o algo así, se llamaba.

Decidí volver a los estudios, aquello del sindicalismo no era lo mío. Fue lo más sucio y utilitarista que he vivido hasta ahora y no me arrepiento en lo más mínimo de haberlo dejado. Yo no soy una planta que medre en los pantanos, entre la brisa fétida.

En la facultad, siendo unos 4 años mayor que el resto de mis compañeros (producto de los años en que me alejé de los libros), me costó pero al poco tiempo volví a relacionarme con los militantes y formamos un frente de izquierda, el FAB (Frente Amplio Bioquímica, con gente de izquierda orgánica, progresistas apartidarios, peronistas y filoperonistas). Ganamos las elecciones estudiantiles, luego perdimos. El frente se fracturó por las tensiones manijeriles y pajeras de un par de pelotuditos y luego creamos el FUNAP (Frente Universitario Nacional y Popular). Muchos querían ponerle FULN (Frente Universitario de Liberación Nacional) pero a mí, la verdad, me parecía nombre excesivamente pretencioso para un grupito de pibes que, mayormente, lo único que 'liberábamos' era a los porrones de cerveza de su contenido. Con el apoyo de cierto gordo cachafaz derrotamos a mi gran amigo Paulo el desgreñado quien, algo resentido, preguntaba por qué no llamábamos a la agrupación "La Marylin", directamente. Fuimos a las elecciones y, obviamente, no pudimos hacer nada contra el oficialismo universitario de extremo gatopardismo burgués encarnado por la transa radical-pesepista (me resisto a llamarlos socialistas: no tienen una sola partícula de Allende o Rosa Luxemburgo en su accionar), cuya repartija de cargos ñoquis y tráfico de influencias permanece casi imbatible hasta nuestros días. Me recibí de Bioquímico y luego fueron haciendo lo propio los compañeros, perdimos el contacto.

Bueno, màs o menos por ahí llegó nuestra enésima 'década infame' (el neoliberalismo menemista) y me abstuve de toda participación política.

Como para no perder del todo la vocación hice un par de posgrados en políticas públicas. 

Y acá estamos, intenté militar en 2007 y 2011 al lado de Rossi, pero la gente que lo rodeaba no consideró necesario convocarme a nada. Ahora estuve con el Beto Galarza para concejal de Santa Fe y perdimos (perdimos, perdimos, perdimos otra vez). Algo mufa debo ser. 

Es increíble cómo se parece lo que pienso ahora respecto de lo que pensaba en 1973 y eso que en el medio tuve una formación académica de posgrado afín al liberalismo político. Sigo siendo peronista, en cuanto al rescate de la metodología de construcción política populista y latinoamericanista, que recoge elementos del materialismo dialéctico. Entiendo el populismo como un diálogo líder-masa, en donde el líder pregunta "Ustedes, ¿qué quieren?", aborrezco del iluminismo de izquierda en donde el líder que le dice a la masa: "Ustedes quieren 'esto'". No obstante creo que el peronismo, o su parte más progresista, ha mutado en el kirchnerismo, ha cambiado el sujeto, ha cambiado el actor de masas, evolucionando desde el predominio del trabajador no calificado sindicalizado hacia el predominio de los sectores con estudios terciarios-universitarios (ex nuevos pobres), frecuentemente no sindicalizados, autónomos y profesionales liberales. El ideario kirchnerista se ha vuelto un poco más amplio que su base, incluyendo explícitamente la problemática de género y los derechos humanos como parte de las luchas de liberación social, si bien es cierto que el peronismo tampoco los negó. O sea, el cambio de base social y la mutación ideológica habilita a pensar al kirchnerismo como algo basado, pero superador, del peronismo.

Pero, en fin, aún con tantos cabezazos contra la pared, lo voy a seguir intentando. Voy a seguir pensando, leyendo, argumentando, escribiendo, militando, buscando y así hasta que me muera. Ya lo sé.


Esteban Cámara

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