martes, 11 de septiembre de 2012

11 de septiembre de 1973

En Santiago de Chile, el 11 de septiembre de 1973, fue derrocado el presidente constitucional Salvador Allende en un golpe de estado cívico militar encabezado por Augusto Pinochet.


Salvador Allende Gossens, nacido en 1908, había asumido la presidencia de Chile en noviembre de 1970, luego de imponerse en unas reñidas elecciones encabezando una alianza de izquierda y a partir de allí había iniciado un camino de reformas económicas socialistas. 


A su gobierno, que entre otras cosas nacionalizó la explotación del cobre y el salitre, se le opuso desde el principio la embajada de Estados Unidos que financió, por intermedio de la CIA por ejemplo, los diversos lockouts patronales y otras actividades insurgentes. A su vez, los medios de comunicación más grandes, que siempre representan los intereses de la oligarquía, también se sumaron al complot y todos estos sectores: embajada, grandes intereses económicos y medios de comunicación, terminaron utilizando como fuerza de choque (cuando no) a sus esbirros de uniforme. 


A través de la CIA, Estados Unidos realizó innumerables acciones de desestabilización de la economía chilena, a la que contribuyeron los lockouts patronales (el de los camioneros fue de los más encarnizados), además de financiar a los grupos opositores, caceroleros de clase alta, atentados y sabotajes. 


Fidel Castro aconsejó insistentemente a Allende el uso de la mano dura contra los sectores antipatrióticos, cosa que Salvador rehusó.


Las tres fuerzas armadas tradicionales, sumadas a los carabineros (policía militarizada) iniciaron en la madrugada del 11 de setiembre un bombardeo y toma de la casa de gobierno de Chile, la Casa de la Moneda.


En ese marco, Salvador Allende cae muerto, ametrallado. Suicidio, según la autopsia, cosa que me parece bastante difícil de creer dada la valentía y la voluntad de lucha de Allende (además de que veo bastante impráctico suicidarse de una ráfaga de ametralladora). 

Los usurpadores del poder iniciaron una feroz caza de artistas, militantes y simpatizantes de izquierda. Usaron el Estadio Nacional como campo de concentración en donde llegaron a hacinar a 5.000 personas, las que fueron torturadas y zaheridas. Muchos de ellos fueron asesinados, entre ellos el cantante, poeta, dramaturgo y guitarrista Víctor Jara, autor de "Te recuerdo Amanda", "Juan Sin Tierra", "Paloma quiero contarte" y la maravillosa "Plegaria a un labrador" ("Levántate y mirate las manos, para crecer estréchalas a tu hermano, juntos iremos unidos en la sangre..."), entre otras. A Víctor, ser alado, inofensivo, primero le destrozaron las manos a culatazos para que nunca más pudiera tocar la guitarra. Allí, en su ilegal detención en el Estadio Nacional escribió su último poema:


Somos cinco mil

en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!


Luego, fué asesinado cobardemente.

Yo recuerdo perfectamente ese 11 de setiembre de 1973 y la tremenda angustia que me provocó, dado que en aquella época Allende era mi ídolo y mi norte político-metodologíco. Tenía 12 años, estaba en primer año de la secundaria y hacía poco había empezado a militar. Soñaba yo cándidamente por aquellos días en la posibilidad de una revolución pacífica y democrática. Ya no lo creo, la contradicción es inevitable y la brutalidad de la oligarquía, su desprecio por la vida y los derechos ajenos y su abrumadora superioridad en medios coactivos son demasiado marcadas. El lobo nunca va a dejar de buen modo a su presa y la única salida es quebrarlos política, cultural y económicamente. Y hay que hacer todo lo que sea necesario para esto.








Esteban Cámara

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