martes, 26 de febrero de 2013

Marejada WF

Yo tenía unos quince años y era un ávido lector. Había empezado con Salgari y su mundo de corsarios multicolores a la edad de ocho o nueve años. Como a los doce me armé una agenda de lectura a raíz de un artículo en una revista que hablaba de los autores imprescindibles: Estaban allí Dostoyevski, Proust, Flaubert, Celine (vaya a saber adónde estará ahora el acento reflejo de mis teclas migratorias) y Faulkner, entre otros. Mi vieja y mi tía eran tremebundas lectoras. La Coca, mamá, divorciada, maestra brillante de sueldo de miseria y funciones de directora, nos leyó todo Monteiro Lobato antes de dormirnos entre mis 3 y mis 5 años. Afortunados de nosotros: No tuvimos televisión hasta que yo tuve unos 10 años, Guillermo, 14 y Ana, 15. 

La tía Judith tenía una biblioteca con las obras completas de los monstruos de Dostoyevski, Flaubert, Faulkner y mi vieja se los pedía prestados. Así llegué a eso de mis 15 años a hacerme adicto al beodo genial de W. F.

Había hombres que se convertían en cocodrilo de tanto pasarla en los pantanos. "Los cuatro mojones de las esquinas blanqueadas... con su olor a muerte y a flores" (o eso recuerdo), bosques, humedad, calor, ignorancia, incesto, explotación, establos quemados ritualmente, párrafos interminables, mentes diseccionadas, ausencia de puntos y comas. Y como resultado de Faulkner y todo eso queda una mente sin ángulos rectos, abierta y que no se cierra nunca más.

Eso fue Faulkner, aquel que Hollywood compró por envidia, por no poder hacer nada semejante. Y lo dejó olvidado en un chalet como de plantación de bananas, como un chico rico deja herrumbrar en su patio un juguete para que no sea la alegría de un pibito pobre, otro igual a él pero de padres laburantes.



"El tranvía llegó y se detuvo. Las campanas todavía estaban dando la media. Subí y continuó amortiguándolas con su movimiento. No: eran los tres cuartos. Después serían menos diez. Abandonar Harvard el sueño de tu madre por el que vendió el prado de Benjy qué habré hecho yo para tener hijos como éstos Benjamin ya fue suficiente castigo y ahora que ella no se preocupe de mí de su propia madre por ella he sufrido soñado y hecho planes y me he sacrificado he hecho todo lo posible pero desde que abrió los ojos no me ha dedicado un solo pensamiento generoso a veces la miro y me pregunto cómo puede ser hija mía menos Jason que no me ha dado un solo disgusto desde la primera vez que lo tuve en mis brazos entonces supe que sería mi alegría y mi salvación yo creía que ya tenía suficiente castigo con Benjamin por los pecados que haya cometido por haber dejado de lado mi orgullo y haberme casado con un hombre superior a mí no me quejo le he querido más que a ninguno de ellos por eso porque es mi deber aunque Jason siempre me destrozaba el corazón pero ahora veo que no he sufrido bastante ahora veo que he de pagar por tus pecados tanto como por los míos qué has hecho qué pecados ha arrojado tu alta y poderosa familia sobre mí pero tú los justificarás siempre has encontrado excusa para con tu propia sangre solamente Jason lo hace mal porque él es más Bascomb que Compson mientras que tu propia hija mi niña mi pequeña ella no es ella no es mejor tuve suerte de niña de ser solamente una Bascomb me enseñaron que no hay término medio que una mujer es una dama o no lo es pero nunca imaginé cuando la tuve en mis brazos que una hija mía iría a es que no te das cuenta de que con mirarla a los ojos puedo saber puedes creer que ella te lo diría pero no cuenta nada es reservada no la conoces sé de cosas que ha hecho que antes de decírtelas yo me mataría eso es sigue criticando a Jason acúsame de haberle dicho que la espíe como si fuera un crimen mientras que tu propia hija puede ya sé que tú no le quieres que quieres creer sólo lo malo de él nunca has sí ridiculízale como siempre has hecho con Maury ya no me puedes hacer más daño del que me han hecho tus hijos y entonces me iré y Jason sin nadie que le quiera protégele de esto todos los días lo miro esperando ver aflorar en él la sangre de los Compson y su hermana escapándose a ver a cómo lo llamas tú lo has visto alguna vez es que ni siquiera me vas a dejar averiguar quién es él no por mí no podría soportar verlo es por ti para protegerte pero quién puede luchar contra los malos instintos no me vas a dejar intentarlo es que vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras que ella no sólo arrastra tu nombre por el fango sino que corrompe el aire que respiran tus hijos Jason tienes que dejar que me vaya no puedo soportarlo déjame a Jason y tú te quedas con los demás no son de mi carne y de mi sangre como él extraños nada mío y me dan miedo puedo llevarme a Jason e irnos a donde no nos conozcan me pondré de rodillas y rezaré por la absolución de mis pecados para que él pueda escapar de esta maldición intentaré olvidar que los demás alguna vez fueron" El ruido y la furia


"La historia es un texto contado por un idiota, lleno de ruido y de furia", había dicho tatarabuelo Shakespeare.

"En el manantial, el forastero inclinó el rostro hacia los rotos reflejos multiplicados de su propio beber. Al erguirse de nuevo, aunque no había oído el menor ruido, vio aparecer entre ellos, también hecho añicos, el sombrero de paja de Popeye. Frente a él, al otro lado del manantial, se hallaba un hombre de estatura por debajo de lo normal, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, y un cigarrillo sesgado, que formaba un ángulo agudo con su barbilla. Llevaba un traje negro, con la chaqueta, de talle alto, muy ajustada. Se había remangado los pantalones con una sola vuelta y estaban manchados de barro; lo mismo les sucedía a los zapatos. Su rostro presentaba un extraño color exangüe, como iluminado por una luz eléctrica; enmarcado por aquel soleado silencio, con el sombrero ladeado y los brazos levemente separados del cuerpo, tenía esa desagradable falta de profundidad de la hojalata en relieve." Santuario.

"Por cierto que es dura la vida para las mujeres. Para algunas. Me acuerdo que mi madre llegó a los setenta y pico. Siempre atareada, lloviera o hiciese sol. Sin un día en cama desde que le nació el
último crío. Hasta que, un buen día, hizo como si mirase a su alrededor, y entonces va y coge aquel camisón suyo, adornado con puntillas, que había tenido guardado cuarenta y cinco años y que nunca había sacado del arca, y fue y se lo puso y se echó en la cama y se tapó con el cobertor y cerró los ojos." Mientras agonizo.


"No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena." Palmeras Salvajes

"Quizás tuvieron razón en colocar el amor en los libros... Quizás no podía existir en ningún otro lugar."

"Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas... lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás."

"Vivir en cualquier parte del mundo hoy y estar contra la igualdad por motivo de raza o de color es como vivir en Alaska y estar contra la nieve."

Hay una línea que sale de Joyce y pasa por García Márquez. En algún lugar cercano al centro está Faulkner.

Lo único parecido en el mundo a esta escritura es la violencia de espuma y olas que produce un tsunami. O el relato de un idiota lleno de ruido y furia.



Esteban Cámara

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